Todo el
mundo se resume a mis manos.
Las
cosquillas se acercan como jóvenes
que van
llegando a un recital y
en un
momento lo pueblan todo.
Ahora son
hormigas, van y vienen
usan mis
brazos de autopista sin fin.
En un hueco
escondido hallan mi cuello
y en el se
zambullen en caída libre.
Las pierdo
de vista.
Ahora mi
cuello ya no es parte mía,
son manos
que oprimen el lugar
donde hasta
hace un momento
estaba mi
cuello real.
El aire es
un río denso, escaso.
El resto de
mi cuerpo empieza a sentir
que el oxigeno
se acaba.
Los
músculos se ponen duros,
no
responden a mis ordenes.
Nada esta
bajo mi mando.
Ya no.
Es evidente
que me queda
tan sólo un
instante de vida.
abro grande
la boca para tomar el aire
del que
será mi último suspiro.
Naturalmente,
tampoco lo logro.
La garganta
esta obstruida por una lengua
de tres
metros, seca, ajena,
Herméticamente cierra la puerta
y de mi ya
no sale nada.
Ya no entra
nada.
Mi cuerpo
se viste de sicario.
Llego el
fin.
Quise decir
adiós, pero no pude,
la voz
estaba en un rincón
ahogada
también
por el
miedo.
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