jueves, 23 de octubre de 2014

el ataque.

Todo el mundo se resume a mis manos.
Las cosquillas se acercan como jóvenes
que van llegando a un recital y
en un momento lo pueblan todo.
Ahora son hormigas, van y vienen
usan mis brazos de autopista sin fin.
En un hueco escondido hallan mi cuello
y en el se zambullen en caída libre.
Las pierdo de vista.
Ahora mi cuello ya no es parte mía,
son manos que oprimen el lugar
donde hasta hace un momento
estaba mi cuello real.
El aire es un río denso, escaso.
El resto de mi cuerpo empieza a sentir
que el oxigeno se acaba.
Los músculos se ponen duros,
no responden a mis ordenes.
Nada esta bajo mi mando.
Ya no.
Es evidente que me queda
tan sólo un instante de vida.
abro grande la boca para tomar el aire
del que será mi último suspiro.
Naturalmente, tampoco lo logro.
La garganta esta obstruida por una lengua
de tres metros, seca, ajena,
Herméticamente cierra la puerta
y de mi ya no sale nada.
Ya no entra nada.
Mi cuerpo se viste de sicario.
Llego el fin.
Quise decir adiós, pero no pude,
la voz estaba en un rincón
ahogada también
por el miedo.

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